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Tomasa Cuevas Gutiérrez

Militante de la Juventud Comunista y del PCE ya en el período republicano anterior al estallido de la guerra, Tomasa Cuevas ingresó en la prisión de Les Corts en abril de 1945.

No era la primera vez que pisaba una cárcel franquista: en 1939 había sido condenada a treinta años de cárcel, de los que cumplió seis, repartidos entre las prisiones de Guadalajara, Durango, Santander, Ventas y Segovia. En 1944 fue liberada y desterrada a Barcelona.

Soledad Real López

Perteneciente a las Juventudes Socialistas Unificadas de Catalunya, Soledad Real contaba veinticuatro años cuando ingresó en Les Corts junto a siete compañeras más: las hermanas Cinta y Dolores Brugalada, Isabel Imbert, María Antonia Madueño, Julia Chantrero, Clara Pueyo y Leonor Zalabardo. Allí permanecería hasta el verano de 1943, cuando fue trasladada a la prisión central de Ventas (Madrid).

Teresa Hernández Sagués

Esposa de Roldán Cortada -secretario del Conseller de la Generalitat Rafael Vidiella- asesinado por una patrulla anarcosindicalista en abril de 1936, Teresa Hernández participó en la primera reorganización del PSUC tras el fin de la guerra. Fue detenida el 5 de febrero de 1940 e ingresó en Les Corts junto a su hermana Antonia, María Doménech, Isabel Vicente y María González.

Isabel Vicente García

Obrera textil de la famosa fábrica de la Sedeta, en el barrio barcelonés de Gracia, Isabel Vicente ingresó en la prisión franquista de Les Corts en febrero de 1940 junto a María González, María Doménech y las hermanas Teresa y María Hernández. Tenía veintidós años y había participado en la primera red clandestina del PSUC tras el final de la guerra. Condenada a doce de prisión, permanecería en Les Corts hasta 1947.

Enriqueta Borràs (Rosa Mateu Segalès)

El testimonio de Enriqueta Borrás (Barcelona, 1934) es el de una hija de presa: la libertaria Rosita Mateu. Su mirada sobre Les Corts es la de una niña-adolescente que visitó regularmente a su madre durante los ocho años en que ésta estuvo encarcelada.

A la edad de diez años, Enriqueta ingresó como hija de reclusa en un colegio religioso de Reus dependiente del Patronato para la Redención de Penas por Trabajo. Antes de que las monjas pudieran encauzarla hacia un convento, su madre consiguió, gracias a sus contactos en la CNT, que fuera adoptada por una compañera de sindicato.

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